¡Matemáticas en misa ya!
Somos un grupo de docentes de todos los niveles educativos que estamos
muy preocupados por el bajo nivel cultural en nuestra sociedad, los
altos índices de fracaso escolar y la proliferación de telebasura.
Para
salir de esta situación queremos traspasar los muros de las escuelas,
los institutos y las universidades, llevando la cultura y la educación a
ámbitos en los que hasta la fecha hemos estado ausentes, en los que
nuestra dejadez ha privado a muchos ciudadanos del derecho universal a
la cultura.
Como primer paso, queremos llegar a un acuerdo con
las autoridades eclesiásticas para que nos cedan un diez por ciento del
tiempo de las misas con el fin de que profesores especialistas en las
distintas disciplinas puedan llegar más fácilmente a los creyentes
mediante breves intervenciones didácticas.
Estamos estudiando
cuál sería el momento idóneo para insertar en las misas contenidos
científicos y culturales, tal vez inmediatamente después de la
consagración o justo antes del padre nuestro.
Está claro que
algunos feligreses podrían, con razón, objetar que ellos no tienen
porqué aumentar sus conocimientos ni su cultura, ya que acuden a misa
con el sólo fin de orar y escuchar la palabra de Dios.
Para
solucionar este problema, y aunque pudiera parecer inconstitucional, a
la entrada a la iglesia les haríamos rellenar un formulario para que
manifestaran su preferencia por la religión o la cultura.
Una
vez identificadas estas personas, podrían abandonar en el momento
adecuado la nave principal de la iglesia y reunirse en las capillas
laterales, la cripta o el salón parroquial. Con el fin de evitar
agravios, estas personas podrían recibir durante ese rato charlas de
carácter no cultural ni educativo pero muy relacionadas con los
contenidos que se estén impartiendo en ese momento al resto de los
fieles desde el altar.
Por ejemplo, los feligreses que no
quieran repasar la tabla periódica, estudiarán los efectos perniciosos
de los colorantes alimentarios, los que no quieran hacer ejercicios de
educación física podrán ver un documental sobre la obesidad, y los que
no quieran repasar los verbos irregulares ingleses podrían estudiar
estadísticas sobre la importancia de hablar idiomas en el mundo moderno.
Los obispos nos han adelantado que no habría problema en
computar el tiempo de cualquiera de estas actividades como tiempo
equiparable al dedicado a escuchar la palabra de Dios, a la oración, a
la contemplación, la penitencia o a la caridad y en ningún caso podrá
discriminarse el acceso a la salvación eterna a los fieles en razón de
sus preferencias religiosas o educativas.
Tampoco han puesto la
más mínima objeción a la aparente contradicción derivada de que el
contenido de las misas esté basado en la fe y las creencias, en
contraste con la naturaleza científica y académica de los contenidos que
habitualmente impartimos en las aulas.
En un primer momento,
las clases se impartirían sólo durante las misas obligatorias de los
domingos y fiestas de guardar, para más adelante extenderse a otros
actos religiosos de asistencia no obligatoria como bautizos, bodas,
comuniones, funerales, ejercicios espirituales, ordenaciones
sacerdotales e incluso ceremonias de canonización o beatificación.
Pero,
¿de dónde saldría el dinero para pagar al profesorado que trabaje los
domingos? Sin duda alguna de los donativos que los fieles depositan en
los cepillos, del porcentaje de impuestos destinados al sostenimiento de
la Iglesia Católica o, en general, de los presupuestos de la Iglesia.
Para
garantizar la calidad de las enseñanzas impartidas, nuestra asociación
gestionaría directamente el dinero aportado por la Iglesia y con él
contrataría a profesores de sólida formación pedagógica y científica que
se encargarían de impartir las clases durante las misas.
Naturalmente,
dado el carácter eminentemente laico de las clases, no dudaríamos en
despedir fulminantemente a aquellos profesores que no mantuvieran una
coherencia laica entre su vida profesional y personal haciendo cosas
como casarse por la iglesia, acudir a misa semanalmente o participar en
cualquier tipo de actos religiosos.
Finalmente, llevaremos
nuestras negociaciones hasta el mismo Vaticano, con cuyas autoridades
firmaríamos un concordato que garantizara la continuidad de nuestra
noble tarea docente en las iglesias durante los años venideros.
Entre tanto, puedes hacer llegar nuestra propuesta educativa a
docentes, padres, alumnos, políticos, sindicalistas, medios de
comunicación e incluso a las autoridades eclesiásticas. Tal vez así
contribuyamos a que se entienda mejor lo que está ocurriendo en relación
con la enseñanza de la religión en los centros sostenidos con dinero
público